Cuando la atención psicológica es para alguien cercano, primero que nada se debe hablar al respecto con nuestro familiar o amistad sin importar su edad o el parentesco que halla entre ambos; ya que una acción bien intencionada (Deseo que vayas a terapia porque será benéfico para ti) puede ser mal interpretada por la otra persona (Estás descompuesto, ve a terapia a que te arreglen). Muchas veces nuestro familiar o amistad puede mostrar resistencia a iniciar un proceso de psicoterapia (“Yo no estoy loco para ir al psicólogo”, “Eso no es para mí”, “Yo no creo en eso”, etc.) ante esos escenarios es aconsejable manejarlo como una posible solución: “¿Que te parece si asistes a unas tres sesiones? Y si no te gusta la forma de trabajo del terapeuta, buscamos otro psicólogo/a con quien te sientas más cómodo/a, si después de eso aún sientes que la terapia no te está ayudando, podemos buscar otra forma de apoyarte” Es decir, lo ideal es que el paciente esté consciente de que va asistir a una consulta psicológica y esté de acuerdo en recibir dicha atención, ya que de lo contrario lo más probable es que la intervención psicológica no sea fructífera. Es completamente desaconsejable llevar al familiar o amistad a la consulta psicológica a la fuerza, con engaños o sin decirle a donde va.